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28 sept 2009

El alquimista financiero


Convencido de poseer la piedra filosofal para crear riqueza con la conversión del oro en moneda, el escocés John Law hizo historia como artífice de uno de los mayores desastres financieros en Europa. Fue en el siglo XVIII y desde entonces, cada tanto, se repite la inflación de burbujas que terminan en catástrofes. La última ha empezado a comienzos de 2008. Y no aprendemos!! Glub! Glub!


John Law, nacido en Edimburgo en 1671, hijo de un rico orfebre y terrateniente, fue brillante con los números, jugador impenitente y banquero autodidacta. Lo suficiente para ser uno de los pioneros en teorías monetarias. Pero se lo recuerda más por la creación y desastrosa gestión de la Banque Royale, el banco oficial de Francia que terminó en la quiebra en 1720. La bancarrota fue provocada por el estallido de la burbuja especulativa que arrasó con la Compañía del Mississippi, impulsada por Law para explotar las riquezas en las colonias galas en Norteamérica y cuyas finanzas estaban atadas al banco oficial.

En 1688, a los 17 años, Law heredó la inmensa fortuna de su padre y se trasladó de Edinburgo a Londres "para conocer el mundo". Había recibido una muy buena educación y poseía un don de seducción que lo hizo muy popular. Sobre todo entre las damas de alcurnia, que lo llamaban "el bello". El apuesto Law se concentró en las apuestas. Con empeño trabajó en su primera piedra filosofal: un plan basado en dudosos cálculos matemáticos para vencer al azar. Se convirtió así en el personaje más envidiado de las casas de juego londinenses, donde una corte de adulones y jugadores empedernidos seguía sus pasos. El azar tardó nueve años en derrotar a Law, que para comienzos de 1694 había dilapidado su fortuna en juergas, galanterías y romances. La última de sus andanzas amorosas terminó en un duelo a pistola en el que mató al novio de su amante, por lo que fue juzgado y condenado a muerte.
En un episodio nunca aclarado, Law se las arregló primero para que su condena fuera conmutada por la de prisión. Después escapó de la cárcel hacia Amsterdam, donde inició una recorrida por los principales centros financieros europeos para estudiar por su cuenta y riesgo los secretos del negocio bancario.
Luego de esta gira,  regresó a Escocia en 1705 con una nueva piedra filosofal: un tratado al que llamó "El dinero y el comercio con una propuesta para proveer a la Nación de dinero".
La propuesta era crear un banco privado independiente que reuniera y administrara la deuda pública, además de promover el desarrollo económico con la emisión de moneda. El carisma de Law no fue suficiente para que el Parlamento escocés la aceptara, por lo que el financiero autodidacta no tuvo más remedio que volver al continente europeo en busca de alguien que le creyera.

La piedra filosofal y monetaria

Law halló el momento y la persona indicados en 1715, cuando conoció al duque Felipe de Orleans en los salones de Versailles. Había muerto el Rey Sol (Luis XIV) y el duque de Orleans acababa de asumir como regente de Luis XV, por entonces de cinco años. El país estaba arrasado por las deudas de sus guerras de expansión colonial y al borde de un estallido popular por los altos impuestos fijados por la corona. Fue quizá el encuentro de dos seductores igualmente desesperados. Law quería recuperar su fortuna y prestigio mientras que el duque luchaba por consolidar su poder y sacar el país a flote en medio de las presiones de la nobleza y la burguesía.

Las propuestas de Law difieren muy poco de algunos proyectos sobre el papel moneda promovidos en Inglaterra al final del siglo XVII. Pero el financiero autodidacta fue mucho más lejos e hizo un notable análisis del valor económico, al desarrollar una nueva teoría sobre la oferta y la demanda en la que distingue entre "valor en uso" y "valor en cambio". Tal teoría sostiene que las cosas tienen un valor porque son útiles pero el que valgan más o menos está determinado por la "razón existente entre la mayor o menor cantidad (oferta) de las mismas, respecto a la demanda de ellas". Por tanto, adujo Law, las variaciones de la oferta o de la demanda llevarán consigo una variación subjetiva del valor de las cosas.

Law puso el siguiente ejemplo: el agua, a pesar de su enorme utilidad, tiene un valor muy bajo debido a que se puede disponer de ella en cantidades que exceden enormemente a la demanda. En cambio, los diamantes son de escasa utilidad, pero de alto valor, porque la demanda de esa piedra preciosa es mucho mayor que su cantidad.

Como el valor de las cosas deriva de su uso, para Law todos los valores son subjetivos y sólo en este sentido imaginarios. Los metales preciosos -sostuvo en su teoría- tienen un determinado valor como mercancías, que proviene de su uso en el arte y en la industria. Si son utilizados además como dinero, este segundo uso crea una demanda condicional y con ello un valor también adicional. La "piedra filosofal" de Law se basó entonces en que la moneda tiene un valor más alto que el de una cantidad igual del mismo metal precioso no utilizado como dinero. En definitiva, la auténtica piedra filosofal era convertir el papel en oro por la vía de la impresión de papel moneda. Y para evitar la inestabilidad que pudiera provocar la fluctuación del precio de los metales preciosos, recurrió al valor de la tierra como patrón monetario adicional. La tierra -afirmaba- proporciona un patrón fijo para el valor y puede movilizarse por medio de papel moneda, emitido sobre la seguridad de las hipotecas.

El 5 de mayo de 1715 nació así el banco privado Law and Company, poco después Banque Generale, para ayudar a refinanciar la deuda pública y con derecho a emitir dinero. Su capital inicial fue de seis millones de libras francesas, dividido en 1.200 acciones de 5.000 libras cada una. Las acciones se vendieron con plazos de pago, un primer cuarto del monto de la acción pagadero en metálico y los tres cuartos restantes en "billetes de estado", los bonos que Law fue autorizado a emitir en función de la garantía de las reservas de oro y bienes del banco. El sistema resultó un éxito: se controló la crisis financiera y se reactivó la economía. En 1717 se dispuso que los bonos emitidos por el banco de Law podían usarse para pagar impuestos (Domingo Cavallo no inventó nada nuevo). El duque de Orleans quizá pensó que merecía compartir las mieles del éxito, que por otro lado de ningún modo podía ser el de un extranjero y para colmo protestante. A finales de 1718, Law fue nombrado ministro de Hacienda y duque de Arkansas, territorio de Louisiana que por entonces pertenecía a Francia. Law se convirtió al catolicismo y su banco en la Banque Royale, ahora controlado por la corona, que mantuvo al alquimista financiero al frente de la institución monetaria.

Mississippi blues

John Law siguió emitiendo bonos, al calor de la generalizada confianza en el gobierno, y además contribuyó a establecer la Compañía de Occidente, más conocida como Compañía del Mississippi, creada para repatriar las riquezas de las posesiones galas en Louisiana. Y se aseguró además el monopolio del comercio del tabaco producido en esa región.
Las acciones de la compañía se vendían como pan caliente. Nadie dudaba de las extraordinarias e infinitas riquezas de la colonia francesa. La Banque Royale emitía papel moneda que los inversionistas podían tomar prestado para comprar acciones. Los primeros inversionistas obtenían ganancias de los inversionistas que se sumaban como accionistas en una secuencia que se renovaba constantemente. Por si hiciera falta, los directores de la Mississippi contrataron a decenas de desempleados para que se disfrazaran de mineros y marcharan por las calles de París con palas y hachas sobre sus hombros, como si acabaran de llegar de Lousiana con las manos llenas de riquezas.
Se ignora si Law, el duque de Orleans o ambos fueron precursores de este artilugio o si los directores de la compañía fueron los únicos responsables. La historia del marketing tiene una incógnita por desvelar.
Las acciones de la Mississippi que en 1717 valían 500 libras francesas llegaron dos años después a las 10.000 libras. Como suele suceder cuando un título se va a las nubes, a fines de 1720 alguien decidió que había llegado el momento de recoger las ganancias, otros siguieron su ejemplo y terminó por estallar la burbuja. La Compañía del Mississippi se fue a pique con miles de inversores de todo tipo a bordo.
El naufragio arrasó con el Banque Royale, que para entonces había emitido papel moneda por el equivalente al doble de lo que existía en especies en toda Francia. Entre los náufragos hubo también muchos grandes inversores europeos.
Acusado de traer la miseria y la ruina a Francia, Law perdió su condición de salvador (y alquimista financiero). Pero, por segunda vez en su vida, al menos conservó su cabeza por milagro. Huyó a Inglaterra y luego a Venecia, donde volvió a dedicarse a las apuestas y murió en la pobreza en 1729. Lo único que le quedaba era su título de duque de Arkansas, que murió con él.


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