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20 oct 2009

Caballeros y espías acunaron al FMI


Como la crítica al Fondo Monetario Internacional (FMI) suele aburrir, qué mejor que mirar su historia: parece una novela de intrigas, con espionaje y drama personal incluidos. Falta el final, pero con lo que hay  alcanza para darle razón al título.
Argentina fue uno de los 44 países que acudieron a la conferencia internacional  en la que se creó el Fondo Monetario y el Banco Mundial , el 22 de julio de 1944, en un lugar de Estados Unidos conocido como Bretton Woods (primera de las tantas confusiones de esta historia).
El objetivo era acordar una fórmula que impidiera que se repitan los desastres económicos que habían desatado la Primera Guerra Mundial y su correlato, la Segunda, que por esas fechas se encaminaba a concluir con la derrota de Alemania (mayo de 1945).

Cállese o sonría

La fórmula empezó mal: por obvias razones, EEUU y Gran Bretaña pesaban más que el resto de los 42 invitados. Además la invitación a Bretton Woods era a la "Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas". De todos modos, estaba claro que se iba a definir la sorda lucha entre una potencia que se resistía a la decadencia (la británica) y otra en ascenso (la estadounidense).
EEUU controló estrictamente todos los procedimientos. Impuso  como secretarios o relatores de la conferencia a funcionarios del Tesoro o la Reserva Federal (banco central), a quienes había entrenado para tal fin.
"Todos pueden opinar, siempre que sean complacientes o no digan nada", dijo un tal Goldenweiser, delegado de la Reserva Federal al explicar el enfoque estadounidense.
En la ecuación a resolver no estaba claro qué hacer con una Alemania a punto de ser derrotada. Tampoco cómo tratar a la Unión Soviética, comunista y por tanto enemiga del capitalismo, aunque  después de todo, aliada a los próximos vencedores. No fue el único enredo. En esta historia, se cruza el destino de varios personajes, como en una novela (o quizá el guión de una comedia).
Hasta Bretton Woods, el patrón del oro, que prevaleció entre 1878 y la Primera Guerra Mundial, dominaba aún el sistema monetario mundial. El sistema se había instalado después de siglos en los que reyes y gobernantes rebajaban arbitrariamente el valor de sus monedas y provocaban inflación para licuar deudas (guerras u otros dispendios). Pero con el patrón oro sucedió que a medida que una economía se fortalecía comenzaba a gastar demasiado en importaciones hasta agotar las reservas requeridas para respaldar su dinero. Comenzaba entonces un ciclo en el que la masa monetaria se reducía, subían las tasas de interés y se estancaba la economía. Para equilibrar la balanza de pagos y reactivar la economía, las
Naciones solían depreciar sus monedas. Las llamadas "devaluaciones competitivas" de la época trastocaban el comercio y constituyeron uno de los factores que desataban los conflictos.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética estaba desangrada, con una economía al borde del abismo y sospechosa de ser una potencial enemiga. Gran Bretaña sufría fuertes deudas y estaba bajo presión de EEUU, que le ofrecía ayuda económica a cambio de que le entregara los negocios de su imperio. Desde los que los británicos tenían en territorio estadounidense y  hasta los de sus colonias. Sí, también estaban en la mira los bienes británicos en Argentina.
En la Conferencia de Bretton Woods (mal llamada así, pero ya es tarde), el caso de la Alemania derrotada se vería después.  La primera paradoja de esta historia es que EEUU logró imponer su proyecto hegemónico después de haber superado el desastre de los años '30 con las fórmulas del estratega de su rival británico,  John Maynard Keynes, quien acudió a la conferencia al frente de la delegación de su país.
Los norteamericanos habían sido los que más se habían beneficiado económicamente con la guerra mundial, aumentando a pleno su capacidad productiva gracias a la copia de la política "keynesiana" que su presidente, Franklin Delano Roosvelt, llamó "New Deal" y usó para superar las secuelas del "crack" de 1929 y la depresión económica.
En 1933, Roosvelt decidió que dentro de EEUU el dólar dejaba de tener al oro como patrón, con lo cual quedó con las manos libres para aumentar la deuda pública y financiar su política social. Con una ley en la mano, luego ratificada por la Corte Suprema de Justicia, obligó a los bancos y la población estadounidenses a entregar al Fisco todo el oro en su poder a cambio de dólares, a razón de 20,67 dólares por onza. Fue una ley aplicada so pena de arresto y confiscación del oro "para salvar la emergencia nacional existente" (¿le suena conocido?). En resumen, el segundo corralito de la historia, después del que se aplicó en China en el siglo XIII. La versión estadounidense le permitió a Roosvelt reunir unos 3.000 millones de dólares (de la época, que son mucho más que ahora). En enero de 1934, cuando consideró que había acaparado todo el oro privado posible, Roosvelt devaluó la moneda nacional en un 41 por ciento, al fijar un precio de 35 dólares por cada onza. El patrón oro del dólar sólo quedó vigente para las finanzas y el comercio internacionales. Faltaban 35 años para que también le llegara su hora.
Cabe aclarar que el corralito de Roosvelt no fue idea de Keynes, quien ganó celebridad por sus trabajos sobre el papel clave del aumento del gasto del Estado, sobre todo en infraestructura, para reactivar la economía (lo que copió EEUU) reflejados en su "Teoría General de la Ocupación, el Interés y el dinero",  que publicó en 1936.


Aún a costa de ser señalado con el dedo acusatorio en su país, Keynes se había opuesto a las severas condiciones económicas que se le impusieron a Alemania cuando perdió la Primera Guerra Mundial.  El tiempo le dio la razón.

El caballero y el espía

Keynes  propuso la creación de una cámara de clearing internacional que concedía crédito automáticamente a los países deficitarios que tuvieran problemas en su balanza de pagos. Con este esquema, los británicos apuntaban a un orden financiero que no dependiera de las políticas norteamericanas y en el que el dólar no jugara un rol clave. Al mismo tiempo, aseguraba a Gran Bretaña un acceso importante al crédito internacional.
Pero se impuso el Plan White, que llevó ese nombre por su autor, el subsecretario del Tesoro de EEUU Harry Dexter White, primer directivo norteamericano en el Fondo Monetario cuyo papel en la lucha por la hegemonía económica mundial le terminó deparando un trágico final.
Al contrario de lo que proponía Keynes, el plan de White establecía la primacía del dólar y de EEUU sobre el sistema monetario mundial, por medio de mecanismos de cambios fijos basados en la relación dólar-oro y en la adjudicación de cuotas a los distintos países en relación con sus posibilidades monetarias. De este modo, los norteamericanos se aseguraron el poder de voto decisivo que aún mantienen en el Fondo Monetario.
John Maynard Keynes, como buen caballero británico, propuso a White como director ejecutivo del Fondo Monetario. Pero tampoco le hicieron caso y White sólo formó parte del directorio del nuevo organismo, que junto con su "entidad gemela", el Banco Mundial, celebró su primera asamblea en marzo de 1946 en Savannah (EEUU).
"Espero que ningún hada mala maldiga a las entidades gemelas, que pertenecen a todo el mundo y deben estar comprometidas con el bien general, sin temor ni favor hacia ningún interés", dijo Keynes cuando acudió al "bautismo" de ambos organismos.
Pero el "hada mala" hizo de las suyas. En el "bautismo" se decidió que los dos organismos tengan su sede en Washington, bajo la próxima influencia de la Casa Blanca, que además impuso la tradición de que un europeo dirija al Fondo Monetario y un estadounidense al Banco Mundial.
Keynes murió unos meses después, a los 63 años. Quienes hoy maldicen las decisiones de Savannah no son precisamente las hadas, que fueron incluidas sin quererlo en esta novela. Keynes dejó como legado una teoría económica que aún resiste los embates del neoliberalismo.
En cambio, Harry Dexter White, hijo de inmigrantes lituanos judíos, pasó de las altas esferas del poder hasta la marginación y la muerte repentina. Se murió en agosto de 1948,  a los 55 años, cinco días después de quedar exhausto al declarar  como principal acusado de espía en favor de los comunistas soviéticos durante la guerra.

El presidente del comité del Congreso de EEUU que investigó a ex funcionarios del gobierno de Roosevelt por "actividades antinorteamericanas" era un diputado republicano llamado Richard Nixon. En una época de paranoia popular por el comunismo, las actividades detectivescas le dieron a Nixon el primer espaldarazo en una carrera política fulgurante que lo llevaría a ser presidente de EEUU hasta que sucumbió al escándalo de Watergate.

Las acusaciones contra White empezaron por haber podido tener en su pasado ideas o amigos de izquierda, al calor del clima liberal de la administración Roosevelt. Liberal e izquierdista sigue siendo hoy lo mismo en EEUU.
Los "pecados" de White fueron el haber sido el verdadero autor del llamado Plan Morgenthau (por el nombre de su superior inmediato en la secretaría del Tesoro, Henry Morgenthau), que proponía la "agrarización" de Alemania y por tanto el debilitamiento de su poder industrial después de la guerra. Según sus enemigos, de haberse implementado ese plan habría dejado un espacio vacío para la influencia comunista en Europa Occidental. En cambio, el Plan Marshall, que sí se aplicó, ayudó a Alemania a fortalecerse económicamente. Así se resolvió el tema que había quedado en el tapete en la conferencia de Bretton Woods.

También se acusó a White de haber pujado por la incorporación soviética a los organismos financieros internacionales que él ayudó a crear, aunque finalmente la  URSS no se incorporó.
Por último, pagó el pato por sus ideas de inspiración "keynesiana" en lo económico, que en la posguerra ponían en duda la eficacia del libre comercio y el predominio de la banca de estadounidense en el nuevo orden monetario mundial.
En 1971, luego de inundar los mercados con dólares para financiar la guerra de Vietnam,  Nixon declaró nula la convertibilidad internacional de 35 dólares por onza de oro. Justo cuando Estados Unidos estaba exhausto y endeudado, el respaldo del dólar pasó a ser "el sueño americano". El billete verde que llevaba impresa la leyenda "se pagará al portador que lo requiera" dice desde entonces "En Dios confiamos" (Y que Dios nos ayude!!!). 
Fidel Castro suele decir que el respaldo del dólar es "the US Army". Pero mucho antes, Geoffrey Chaucer, en el prólogo de "Los cuentos de Canterbury" había escrito: "y si incluso el oro acaba oxidándose ¿qué vamos a hacer?". El Fondo Monetario modificó el patrón monetario internacional al fijarlo en una canasta de monedas, la norteamericana incluida. En 1974, a poco de que Nixon renunciara por el Watergate, su sucesor, Gerald Ford, permitió que los norteamericanos pudieran volver a acaparar oro.
Con su última "autocrítica" a cuestas, el Fondo Monetario sigue el curso de la historia, que comenzó en 1944 con un mal augurio: fue fundado en un hotel de las montañas de New Hampshire_ frente al Monte Decepción. Bretton Woods es sólo el nombre de su casilla postal. ¿Acaso quién se atrevía a meterse con el Correo de EEUU?.

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