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26 oct 2009

El corralito era un cuento chino

Además de una profunda autocrítica por los males económicos sufridos, quizá venga bien saber que la última catástrofe no se debió a un invento argentino. En todo caso, no se hizo más que echar mano a "tecnologías" financieras del país más antiguo del mundo.


"¿Cuál es el pueblo más sabio del mundo? El chino, porque inventó la pólvora, pero no las armas... porque inventó el papel, pero no los periódicos... porque inventó la brújula, pero no descubrió América", dicen los chinos de si mismos en un proverbio. Les faltó agregar que fue en China, el país más antiguo del mundo, donde por primera vez alguien se apropió del dinero ajeno para reacomodar la economía. En este caso, para tener un estricto control de la moneda y por tanto del imperio.

Fueron los chinos los inventores del papel y también del papel moneda. Durante siglos, se manejaron con fichas redondas de cobre o bronce de distintos valores a los efectos comerciales y sobre todo contables. Tenían un agujero cuadrado en el medio, de modo de poder llevarlas ensartadas en un palo. De estas fichas proviene el nombre de la moneda china, el yuan (objeto redondo). Pero una cosa eran estas fichas y otra el oro y la plata, con los que se compraban voluntades y, sobre todo, ejércitos, la base de un imperio.

En el siglo primero de nuestra era, Tsai Lun, jefe de eunucos del palacio imperial bajo la dinastía Hang, confeccionó la primera hoja de papel con la corteza del árbol de la mora, cuyas hojas son el alimento del gusano y de la redituable industria de la seda. Algunos expertos e historiadores sospechan que el papel fue inventado por los chinos varias centurias antes que Tsai Lun. De lo que no caben dudas es que el invento habrá sido una panacea para los escritores, los artistas... y para el emperador Kublai Kan, que en 1273 no usó precisamente el papel para hacer diarios. Kan impuso el empleo del papel moneda al que cambió compulsivamente por el oro y la plata en circulación. Aunque la circulación de papel moneda en China había empezado varias centurias antes (en el siglo IX) fue este emperador el creador del primer corralito, aunque de estilo chino y modelo siglo XIII. 
El canje de oro y plata por papel moneda con el sello de Kublai Kan se aplicó a rajatabla, hasta el punto de que se ejecutó sin más a quienes se oponían. (Menos mal que Domingo Cavallo y sus sucesores no se les dio por seguir este ejemplo, aunque quizá sepan muy poco de historia china). Incluso los mercaderes que llegaban del extranjero estaban obligados a entregar el oro y la plata y a cambio se les daba papel. Como le ocurrió a Marco Polo, que además se dio cuenta de que este sistema sólo podía funcionar allí donde hubiera un gobierno fuerte y centralizado, capaz de imponer su voluntad a cada individuo que viviera en su territorio. Sin embargo, el mercader veneciano se interesó más por otros inventos chinos, como la seda, la pólvora y lo que en Occidente llamamos tallarines. El desinterés por el corralito quizá se deba a que China estaba por entonces gobernada por un emperador de la dinastía Ming, que además de dedicarse a hacer jarrones, marcó su propio hito en la historia de la inflación. Cuando Marco Polo anduvo por esos pagos, el imperio estaba empapelado de billetes emitidos a granel. Los billetes medían 32 por 22 centímetros, el tamaño de una servilleta, como si hubieran sido diseñados para empapelar a China, que como se sabe es un país gigantesco. Habrá sido incómodo acarrear unos cuantos de estos billetes. Pero resultaba mejor que arriesgarse al patíbulo. Además, un millar de yuanes, por ejemplo, pesaba 3,5 kilos (¿como una cabeza humana?). Fue un mercader árabe, Mohamed ibn Batuta quien dejó constancia del invento monetario de Kublai Kan: en 1345, escribió que era "simplemente imposible" pagar con oro o plata en los mercados chinos.

El papel moneda fue introducido por primera vez en China, en torno al siglo IX, como dinero en efectivo intercambiable por certificados emitidos para el gobierno de la dinastía Tang. Respaldado por la potente autoridad del Estado chino, este dinero conservaba su valor en todo el imperio, evitando así la necesidad de transportar pesadas cargas de plata u oro, que eran el respaldo de los billetes.

El papel de la peste

Con el papel moneda, los chinos solucionaron antes que nadie otro problema de la circulación de monedas de oro y plata: su adulteración. En Occidente, en cambio, se tardó lo suyo. Y por un camino diferente se llegó al reemplazo de los metales preciosos por papel moneda.

El primer problema monetario occidental era que los vivillos, que nunca han faltado ni faltarán, limaban los bordes de las monedas para hacer otras con el valioso polvillo de metal obtenido. Primero se diseñaron monedas con bordes rayados: aquella que no lo tuviera indudablemente había perdido su peso original. Pero esto sólo hizo que los estafadores se tomaran el trabajo adicional de volver a rayar los bordes que habían limado. Además, se cometían fraudes con el simple (pero trabajoso) recurso de agitar las monedas dentro de una bolsa para obtener su polvillo. Hasta que los mercaderes del Mediterráneo optaron por guardar las monedas en un envoltorio de papel, con su valor exacto y el tipo escrito en su exterior. La gente comenzó así a aceptar que no podía ver ni tocar: debía confiar en el sello de la persona que había cerrado el envoltorio, que siempre era un mercader o funcionario oficial. Solo faltaba un paso más para que los metales preciosos quedaran guardados en lugares seguros (si es que los hay) y en su lugar circulara papel sellado, es decir billetes.

En el siglo XV, con la invención de la imprenta de tipos móviles (Gutemberg) la industria del papel se difundió por toda Europa y con ello después vinieron los billetes. Hasta entonces, circulaban cartas de crédito comercial o de préstamos que banqueros, mercaderes y monarcas debían honrar. Se cree que en la explosión del papel moneda tuvo mucho que ver la peste bubónica, que por esa época causó la muerte de un tercio de los europeos: la ropa de los millones de muertos pasó a ser materia prima para la fabricación masiva de papel.

La primera emisión de papel moneda en Europa tuvo lugar en junio de 1661, cuando el Banco de Estocolmo emitió el primer billete bancario europeo para compensar la escasez de plata que afectaba al mercado. Y, de paso, como el caso de los chinos, se alivió el acarreo de las pesadas monedas que se usaban en esa época. Los comerciantes europeos aceptaron gustosos billetes de cien dálers, equivalentes a 225 kilos de láminas de cobre. Después vendrían otros inventos (y fraudes) monetarios.

El "corralito" del emperador Kublai Kan fue el primero de la historia y el de Cavallo y sus sucesores en la crisis de 2001 el último (hasta ahora). En medio hubo otro de similar magnitud: el de Estados Unidos después del "crack" de 1929, pero esa es otra historia.

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